Dos artistas aún en plena juventud, pero con sobrado crédito, se
citan por vez primera encima de las tablas y para grabar un disco en
directo. Podría sorprender, pero no en ellos, que encuentran en el
escenario su medio natural. Antonio Reyes, de familia gitana de
artistas, fue artista precoz que se curtía de niño con las enseñanzas
del maestro Manuel Morao y, que ya de adolescente, visitaba con humildad
peñas y festivales. Creció, como su cante, a fuego lento, entre el
respeto de los aficionados más cabales. En el Concurso Nacional de
Córdoba de 2001 ganó los premios que llevaban el nombre de dos de
cantaores en los que siempre se miró, Antonio Mairena y Manolo Caracol,
con estilos de gitana tradición: tonás, seguiriyas, soleares y bulerías.
Siempre hizo su camino sin torcer un ápice su rumbo y con fidelidad a
una misma estética. Grabó su primer disco, Viento Sur, en 2009 y llegó a la Bienal de Flamenco de Sevilla de 2014 para recibir el gran reconocimiento del Giraldillo del Cante.
El año que acaba, quizás el de su mayor proyección, lo culmina
Antonio encontrándose con quien alguna vez estaba destinado a hacerlo,
su “primo” Diego, de la casa de los Morao. Él representa la tercera
generación de una dinastía de guitarristas, la continuidad de un toque
esencialmente jerezano que, a la vez, se abre y refresca con su talento
sin, por ello, perder su sabor inconfundible. Señalado por los
entendidos (Paco de Lucía, entre otros) guitarrista principal del siglo
XXI, nos dejó su primera grabación, Orate, en 2010, siendo en la actualidad uno de los artistas más reclamados para el acompañamiento.
En el disco del encuentro de Antonio y Diego sus nombres aparecen con
el mismo tamaño de letra y con una fotografía, obra del gran Pepe
Lamarca, donde se presentan amigados: camisa blanca Antonio, negra la de
Diego. Inevitable la evocación de esa gran foto (la primera en la que
unos flamencos ríen a la cámara, según Carlos Arbelos) de Camarón con
Paco de Lucía, otra pareja que compartía un tratamiento equitativo en
sus portadas. El sugerente envoltorio esconde más de una hora de cante
cercano y cuidado con un toque canónico, riguroso, muy ajustado al
estilo más tradicional de acompañamiento y con ecos muy Moraos.
Largas tandas de estilos esenciales (soleares, tangos, alegrías,
seguiriyas, bulerías, fandangos) en un tiempo siempre demorado que mima
los tercios y se recrea en la musicalidad. Un tono dulce o dolido según
el cante, salobre o punzante cuando es preciso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario